El secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos, Hugo Yasky estuvo en la Universidad Nacional de Córdoba y compartío con el vocal de la Cámara de Trabajo de Córdoba, Mauricio Arese, un debate sobre perspectivas del sindicalismo argentino.

Por Noticias UNC

El 29 de junio comenzó el ciclo “Debate público. Construir un país para todos”, un espacio que busca brindar el marco para reflexionar en torno a un modelo posible de desarrollo sustentable e inclusivo para Argentina. La iniciativa es organizada por la Universidad Nacional de Córdoba y el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

“Sindicalismo argentino. Desde sus orígenes a la post-devaluación” fue el eje de análisis del primer encuentro, que contó con la participación de Mauricio César Arese, doctor en Derecho, vocal de la Cámara de Trabajo de Córdoba y docente universitario, y Hugo Yasky, secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). El diálogo estuvo mediado por Javier de Pascuale, periodista del diario Comercio y Justicia.

En las palabras de apertura, la rectora de la UNC, Carolina Scotto, enfatizó que es una obligación como universidad pública –e inherente a su misión social y cultural– propiciar y estimular los debates en torno a asuntos de interés para la comunidad, una tarea en la que deben contribuir dirigentes sociales, políticos y culturales, funcionarios públicos, militantes, especialistas e investigadores.

Respecto a la organización del ciclo, Scotto reconoció que la iniciativa provino del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y los Servicios de Radio y Televisión de la UNC. “Tenemos muchos objetivos comunes con el Instituto: nos interesa el país donde vivimos, queremos construirlo y edificarlo con justicia, equidad y desarrollo”, agregó.

En su presentación inicial, Arese explicó que el “sindicato, o la invención de lo colectivo dentro del derecho del Trabajo, es un instrumento de autodefensa, un instrumento de creación normativa, y cuanto quiera agregársele, por ejemplo, una vía para intervenir en la seguridad social”.

Destacó que el fundamento del movimiento sindical es su fuerza transformadora, clave para la generación de derechos. En esa línea, remarcó que los gremios reconocen tres instrumentos básicos: el de organizarse, el de ejerce el derecho de huelga para negociar y el de crear normativamente leyes, convenios colectivos. También puso en valor la relevancia de la libertad sindical, un derecho básico que se encuentra en la conformación de los sindicatos.

Explicó que el sistema sindical argentino es protegido por el Estado en el aspecto tutelar, porque el sindicato con personería gremial es el que tiene posibilidades de que sus trabajadores tenga licencia gremial, estabilidad y puedan desplegar actividades, mientras que aquellos sin personería gremial quedan marginados.

Reconoció que en los últimos años aparecieron cuestionamientos severos hacia el sistema sindical argentino. Algunos internos (como las escisiones, problemas con fallos electorales, entre otros), pero el más relevante fue la aparición de la CTA. “Que una central haya llegado para pedir personería gremial, eso es nuevo”, apuntó.

Arese recordó tres fallos de la Corte Suprema donde se declara inconstitucional el artículo 52 de la ley de Asociaciones Sindicales, que establece la estabilidad de los representantes sindicales de entidades con personería gremial, ampliándolo a quienes carezcan de personería gremial. “Así ha establecido la posibilidad de reinstalación del representante de una entidad simplemente inscripta, y la posibilidad de que las entidades puedan convocar a elecciones de delegados”, señaló. Y agregó: “Me parece que hay un activismo esencial en la Corte Suprema destinado a cambiar el modelo sindical”.

Reconoció que frente a estos fallos, aparentemente no ha cambiado el modelo sindical. Y defendió la idea de modificar la ley de Asociaciones Sindicales porque a su criterio tiene serios problemas por ser antidemocrática en muchos puntos. “Simplemente, quién controla las juntas electorales, quién controla los padrones, quién controla los aparatos, quién elige, quién dispone la elección de los delegados sindicales”, fundamentó.

Por su parte, Yasky celebró el ciclo de debates públicos: “Es parte de los signos de una época que vivimos, que nos sitúa en otro lugar a los sindicalistas, a los que queremos construir un país más justo y, en general, a quienes defendemos a la democracia entendida como construcción de igualdad social”.

Recordó que comenzó a militar en el sindicalismo docente en 1970, y consideró que a partir de 1973, con la constitución de la Ctera, se fue asumiendo una identidad como clase trabajadora.

“Hoy creo que los pueblos de América Latina y la clase trabajadora de muchos de nuestros países tienen una posibilidad histórica que nunca antes habíamos conocido. Somos protagonistas de la construcción de una nueva sociedad”, puntualizó. Y completó: “No podemos decir que se construyó el cambio que queremos, ni podemos decir que estamos igual que en la década del ‘ 90. Estamos en un proceso de lucha, de transformación, contradictorio pero que significa la posibilidad de construir un camino distinto al que están marcando los grupos de poder financiero internacional (FMI) y los grupos dominantes”.

Yasky realizó un recorrido por la historia del sindicalismo en Argentina y destacó su alto grado de politización. Recordó que a partir de 1955 se comenzaron a gestar dos líneas en el sindicalismo: una que empezó a imaginarlo como una especie de zona bajo control de los grupos dominantes; y otra que planteó la lucha de al resistencia, con autonomía de clase, con un programa de clase trabajadora, que además tenía la virtud de no ensimismarse.

Consideró que ambas tendencias se mantuvieron en el tiempo e impactaron en el momento de mayor debilidad de la clase trabajadora Argentina, cuando el menemismo logró captar a una parte importante de los dirigentes sindicales. ”El movimiento sindical estuvo siempre preparado para enfrentar los embates que venían desde afuera, pero no tuvo la suficiente autodefensa -en niveles de consistencia ideológica y política- para enfrentar con la misma fortaleza los embates que provinieron desde adentro”, señaló. Y agregó: “Esto habla de la condición contradictoria que tiene el movimiento sindical, pero que no significa plantear que el sindicalismo es una causa perdida como hoy quieren mostrar muchos grupos de poder”.

Consideró que a partir de los ‘90 se intentó convencer de que el sindicalismo era una pieza a depositar en el museo, algo del pasado, que dejaba de tener consistencia y razón de ser. “Hoy el movimiento sindical enfrenta un gran desafío: pararse en la vereda de los que queremos constituir la fuerza que posibilite el proceso de transformacion que necesitamos”, señaló.

“Hay mucho para discutir, pero el papel que tiene que jugar una Central como la nuestra –y entiendo que en la CGT hay sectores que están dispuestos a hacerlo– es plantearnos la construcción de un programa de redistribución de la riqueza, de profundización de las transformaciones sociales, que nos permita llegar a un punto donde lo que hemos conquistado en estos años no pueda ser retrocedido. Ese es el gran desafío que tenemos”, concluyó.

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